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¿Qué era el nudo gordiano?

Según la leyenda era prácticamente imposible de desatar para cualquiera.

El nudo gordiano era un nudo famoso en la mitología griega. Los frigios, habiendo elegido como rey a un campesino llamado Gordius, dedicaron su carreta y su yugo a Zeus, en la acrópolis de Gordio, y ataron el nudo del yugo de una manera tan hábil que un oráculo declaraba que quien lo desatara sería el gobernante de toda Asia. Cuando ALEJANDRO MAGNO vino a Gordio, y le mencionaron que era un nudo casi imposible de desatar, él simplemente cortó el nudo en dos con su espada y se aplicó la profecía a sí mismo.

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Curiosidades sobre los dragones de los mitos



Datos interesantes

El término "dragón" deriva del griego δράκων (drákōn), "serpiente de gran tamaño, serpiente de agua".

Son criaturas legendarias que aparecen en las leyendas de muchas culturas, incluso se les menciona en la Biblia.

Hay dos tradiciones culturales distintas de estas bestias mitológicas: el dragón europeo (u occidental) y el dragón chino.

Curiosidades interesantes
Los dragones europeos son más a menudo alados, mientras que los de origen chinos se parecen a las grandes serpientes.

Una característica principal de estas bestias es que son capaces de emitir fuego de sus bocas.

Tanto los dragones europeos como los chinos suelen vivir en el agua, especialmente en los océanos y ríos.

La versión occidental tiene alas de murciélago que crecen en su espalda.

En muchas culturas asiáticas estos seres mitológicos se asocian con la sabiduría y la longevidad.

Datos curiosos
La Biblia usa las palabras "dragón", "serpiente" y "diablo" de una manera bastante intercambiable.

Los fósiles de dinosaurios y mamíferos se confundían ocasionalmente con los huesos de dragones y otras criaturas mitológicas.

Las versiones chinas pueden tomar forma humana y suelen ser vistos como benevolentes.

Al igual que los dragones chinos, las bestias europeas también tienen la reputación en ocasiones de ser sabios.

En la novela de fantasía de 1937 The Hobbit de J.R.R. Tolkien, el principal antagonista es un dragón llamado Smaug.

El tema habitual de la dieta de un Dragón Europeo son los animales como cabras y ovejas, y también las vírgenes jóvenes.

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Midas, el rey del toque de oro

   El rey frigio Midas, según una leyenda de los griegos, en cierta ocasión le hizo un favor a Baco (Dioniso), dios del vino. Agradecido este, ofreció al rey otorgarle cualquier deseo que expresara, y Midas le pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Su deseo le fue satisfecho, pero pronto llegó a ser una maldición. En sus manos el pan se le trocaba en oro, el vino en oro fundido al tocarlo con sus labios, y aun su cuerpo se volvía de oro al írselo palpando. Finalmente Midas imploró a Baco que lo liberara y el dios le dijo que se bañara en el Río Pactolo. Al hacerlo el rey perdió su mágico toque, aunque las arenas del río fueron desde entonces de oro.
   Tiempo después Midas actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por haberle otorgado la victoria a Pan, Apolo trocó las orejas del rey en orejas de burro. Midas las ocultaba bajo un turbante de manera que el secreto solo lo sabía su barbero, pero este, incapaz de guardarlo, hizo un hoyo en el suelo y allí murmuró lo que había visto. Al punto brotó un grupo de cañas en el agujero, y cuantas veces la brisa sopla por entre las cañas susurra la historia de las orejas de Midas.

Los gigantes de las leyendas

   Muchos de nuestros cuentos favoritos hablan de gigantes. Algunos aparecen en la mitología griega: Atlas sostenía al mundo sobre sus hombros; Prometeo trajo el fuego a la tierra. Tanto Atlas como Prometeo eran titanes, y todos los titanes eran gigantes. La mitología relata las hazañas de los gigantescos Cíclopes, que tenían un solo ojo. En las leyendas escandinavas, los gigantes de hielo sostenían una guerra interminable contra los dioses y los hombres.
   La Biblia cuenta como el pequeño David mató al gigante Goliat con un tiro de honda.
   En Los Viajes de Gulliver, el personaje principal visita un país habitado por gigantes. Como estos relatos hay otros muchos, donde aparecen hombres o monstruos de estatura extraordinaria. Puede decirse que cada país tiene sus propias leyendas de gigantes.
   En la vida real no existen personas tan grandes como las que se describen en los cuentos. Hay hombres y mujeres que sobresalen por su estatura, pero no llegan a tener la altura exagerada y la fuerza descomunal de los gigantes imaginarios.
   Los científicos han descubierto que en una pequeña glándula que todos tenemos en la cabeza, radica en gran parte la causa del crecimiento humano. Se le conoce como la glándula pituitaria. Si una persona es alta o baja de cuerpo, se lo debe, por lo general, a esa parte del cuerpo.
   En casi todas las leyendas, los gigantes eran crueles y de mal carácter. Sin embargo, la estatura de una persona no tiene ninguna relación con su carácter.
   Es posible que nuestros antepasados más antiguos hayan sido gigantes. Al menos. los que se dedican a estudiar e investigar la vida humana, han encontrado huesos de algunos hombres primitivos que llegaron a tener una estatura considerable.
   Tal vez las leyendas y cuentos de gigantes tengan su origen en un fenómeno natural.

Las mitologías de América

   A pesar de que las mitologías americanas son sumamente variadas, hay analogías que permi­ten considerarlas como un todo. Básicamente, encontramos un totemismo en todas ellas, aun­que en las zonas más cultas aparecieron los grandes panteones y un complejo culto solar.

   Por lo general, los pueblos americanos cre­yeron que había un mundo superior donde resi­dían los poderes creadores, un inframundo don­de vivían los muertos y un mundo intermedio en que habitaban los hombres y algunos espíri­tus. En todas partes, aunque en diversas for­mas, aparecen héroes que legislan y organizan, que vencen a algunos monstruos e introducen innovaciones. También aparecen casi donde­quiera mitos respecto a una gran inundación o destrucción por medio del fuego.

La leyenda de Midas

   El rey frigio Midas, según una leyen­da de los griegos, en cierta ocasión le hizo un favor a Baco (Dioniso), dios del vino. Agradecido éste, ofreció al rey otorgarle cual­quier deseo que expresara, y Midas le pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Su deseo le fue satisfecho, pero pronto lle­gó a ser una maldición. En sus manos el pan se le trocaba en oro, el vino en oro fundido al tocarlo con sus labios, y aun su cuerpo se volvía de oro al írselo palpando. Finalmente Midas imploró a Baco que lo liberara y el dios le dijo que se bañara en el Río Pactolo. Al hacerlo el rey perdió su mágico toque, aunque las arenas del río fueron desde entonces de oro.
   Tiempo después Midas actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por ha­berle otorgado la victoria a Pan, Apolo trocó las orejas del rey en orejas de burro. Midas las ocultaba bajo un turbante de manera que el secreto sólo lo sabía su barbero, pero éste, in­capaz de guardarlo, hizo un hoyo en el sue­lo y allí murmuró lo que había visto. Al pun­to brotó un grupo de cañas en el agujero, y cuantas veces la brisa sopla por entre las cañas susurra la historia de las orejas de Midas.

¿Quién fue Lilith?

   EL nombre significa "monstruo nocturno". Se trata de un demonio femenino que aparece en el folclor hebreo. Su apelativo y su leyenda se derivan de una antiquísima —adición de Asiria y Babilonia, donde había un demonio muy semejante que se llamaba Lilit o Lilu. En parte de la literatura rabínica se dice que fue madre del hijo diabólico que tuvo Adán tras separarse de Eva (quien lo dejó por dife­rencias irreconciliables). Se cuenta que tres ángeles trataron de impedir su acción. Se le considera una figura peligrosa y amenazante, en especial para los niños. Para alejarla solía usarse un amuleto que llevaba escrito el nombre (y a veces incluía la figura) de los ángeles. El culto a Lilith permaneció activo por muchos años. En el siglo VII D. C. aún sobrevivía en ciertos grupos judíos. Hoy simboliza la fuerza destructiva de lo femenino, pero también su irreverencia y rebeldía.

Mercurio o Hermes

   Hijo de Zeus (Júpi­ter) y de Maya, este dios griego fue llamado Mercurio por los romanos y Hermes por los griegos. Narra la leyenda que al primer día de nacido Hermes inventó la lira y se robó los bueyes de Apolo. Este descubrió el ardid y llevó a la criatura ante Zeus.
   El muchacho pulsaba la lira con dulzura tal que dis­traía a la par que divertía a los viejos dioses. Hermes le brindó el instrumento a Apo­lo, quien le dio en cambio una vara mágica con víboras enrolladas en la misma. Com­placido por la inteligencia de su hijo, Zeus le obsequió un gorro y zapatos alados y lo nombró mensajero de los dio­ses. Hermes conducía las al­mas de los muertos a los in­fiernos. Fue guía de los hé­roes aventureros y de los via­jeros que se habían perdido.
   Llevó a cabo cosas asom­brosas, aunque quizás la más alabada fue la liberación de Io, una de las mortales favo­ritas de Zeus. La celosa Hera había comisionado al gigante Argos la vigilancia de Io, ya que aquél nunca había cerra­do más de 50 de sus 100 ojos. Hermes lo adormeció con sus cuentos hasta lograr que cerrara los 100 ojos, tras de lo cual lo decapitó.
   La destreza y astucia de Mercurio lo hicie­ron patrono de los ladrones, jugadores y ora­dores, así como de la industria y del comer­cio, en la religión romana. Llegó a ser el pro­totipo de todos los atletas. En su honor se nombró al planeta más cercano al Sol.

Las mitologías de Mesopotamia

   Mesopota­mia, el país que vio la más antigua cultura de la humanidad, presenta un panorama mitológi­co de suma importancia, ya que en él pueden encontrarse las raíces de muchas tradiciones que han tenido profundas repercusiones en el mundo occidental, sobre todo a través de la Bi­blia. El material mitológico de Mesopotamia nos ha llegado en sumerio, en babilonio y en asirio (estos dos últimos forman el acadio).
   Hay poca diferencia entre las formas babilonia y asiría de los mitos, pero es considerable la que existe entre ellas y la forma sumeria. Ello no obstante, se reconoce la presencia de cier­tos mitos básicos de origen sumerio, como el llamado Descenso de Ishtar a los infiernos, que nace del mito de Dumuzi e Inana y está in­completo. Otro es el mito de la creación, que se ha encontrado en varias versiones, la más conocida de las cuales, la asirobabilonia, es famosa por su redacción en un hermoso poema que empieza con las palabras Enuma elish, "cuando arriba". Pero en este mito no se con­cibió, en ningún momento, la creación ex nihilo (de la nada), gran avance hecho por la narra­ción bíblica, que parece tener su fuente aquí. Otros mitos interesantes fueron el del naci­miento de la luna, la creación del hombre y el de la existencia de un lugar paradisiaco, llamado Dilmun. También encontramos el re­lato de una pugna entre Dumuzi, el pastor, y Enkimdu, el agricultor, mito que es antepasado del famoso relato de Caín y Abel. También hay narraciones del diluvio, el arca y Noé (llamado Utnapishtim en Mesopotamia) y otros muchos mitos que dan posteriormente origen a nume­rosas tradiciones y relatos que aparecen en la Biblia. Precisamente por este fondo común de tradiciones y material mítico, es de primera im­portancia estudiar la mitología sumeroacádica, para quienes se interesen por los orígenes del relato bíblico y sus fuentes más antiguas.

La menta (planta)

   Según un mito griego, la diosa Proserpina, furiosa de celos, trasformó a su rival Mentha en la hierba que se conoce con el nombre de menta. El poleo, el mastranzo, la hierba­buena y la menta pi­perita son diversas clases de menta. Pero el término menta es aplicado más corrien­temente a la piperita y a la hierbabuena; ambas tienen rizomas ramificados.
   Los tallos aéreos son erguidos, cuadra­dos y producen abundantes hojas de color ver­de oscuro y pequeñas flores bilabiadas pur­púreas, blancas o rosadas.
   La menta piperita produce una esencia utili­zada en medicina y como aromatizante de ali­mentos y bebidas. La hierbabuena se consume en forma semejante.
   En las regiones templado-frías se cultivan muchas hectáreas de menta, principalmente en suelos húmedos y ricos en materia orgánica. Cuando florecen las mentas a mediados del verano, se cortan las sumidades, se curan y se destilan para extraerles la esencia.

¿Quién fue Memnón?

   Era creencia de los antiguos grie­gos que el rocío matinal eran lágrimas que la diosa del alba Eos (Aurora) derramaba por su hijo Memnón. Cita la leyenda que Memnón era hijo de Eos y del troyano Titón.
   Memnón llegó a ser rey de Etiopía. Cuando los griegos atacaron Troya salió aquél en ayu­da de su tío, el rey de Troya. Memnón dio muerte a Antíloco, pero, a su vez, fue aniquila­do por Aquiles. Eos ordenó a sus hermanos los Vientos que llevaran su cuerpo a Misia, donde ella y la naturaleza entera lloraron su muer­te. Guerreros etiopes quemaron su cuerpo, y Zeus trasmutó en pájaros las chispas que bro­taron.
   Memnón se representa tanto en pintura como en escultura como un brillante joven moreno. Se le rindió culto como a un dios. Sobre las riberas del Nilo, cerca de Tebas, existe una gran estatua. Es la de un rey egipcio, pero durante algún tiempo se creyó que era de Memnón. La estatua emitía ciertos sonidos musicales cuando los rayos del sol caían sobre ella. Los antiguos de Grecia creían que las notas escuchadas provenían de Memnón lla­mando a su madre todas las mañanas.

MARTE (Ares)

   Según la mitología, se cree que Marte era el Ares griego, dios de la guerra. No obstante, Marte fue esencialmente un dios romano. En la literatura y en el arte se hace poca distinción entre Marte y Ares.
   La mitología sostiene que era hijo de Juno y de Júpiter. Rómulo y Remo, que fundaron Roma, fueron sus famosos hijos mellizos. Entre sus emblemas se contaban la lanza y la antor­cha ardiente.
   En el centro de la ciudad de Roma existía un templo de Marte donde se guardaban sus sagrados venablos. En la antigua Roma, el de­ber del cónsul al estallar la guerra era sacudir los venablos de Marte al grito de "Marte, des­pierta". Si los venablos se agitaban por sí solos, esto se consideraba mal presagie.
   Tanto los meses de marzo como el cuarto pla­neta del sistema solar llevan nombres inspira­dos en el de este dios romano.

Minerva (mitología)

   MINERVA (Palas Atenea). La diosa romana Minerva se identificó con la diosa grie­ga Atenea. Atenea brotó de la cabeza de Zeus, el jefe de los dioses, totalmente armada y ha­ciendo resonar los cielos con su grito de guerra. Era la diosa del combate justo y leal, en lo que se diferenciaba de Ares (Marte) que era el dios de la matanza justa o no. Entre los dioses y diosas Atenea fue una de las que estimuló a los griegos durante las guerras entre éstos y los troyanos. Su égida estaba adornada de la cabeza con cabellera de ser­pientes de Medusa, que Perseo cortó con la ayuda de la diosa.
   A pesar de su poderío las esculturas anti­guas la representaban con faz apacible y pen­sativa. Era más amante de la paz que de la guerra y fue diosa de la sabiduría, del tejido, de la hilandería, de la agricultura y de los artesanos.
   Tanto ella como el dios del mar Poseidón (Neptuno) se disputaron la provincia de Ática. Los dioses declararon que se la asignaría al que diera a los mortales el regalo más útil. Poseidón golpeó la tierra con su tridente brotó un caballo. Atenea arrojó su lanza y nació un oivo. Se dictaminó que el olivo era el mejor regalo.



Mitología china

   En China coexisten tres religiones importan­tes y, por ello, la mitología contiene elemen­tos muy mezclados. Sin embargo, casi todas las deidades son de origen taoísta y una de las características más curiosas del panteón chino es que está organizado imitando a la burocra­cia gubernamental. Así pues, los dioses cam­bian a menudo de funciones, ya que son rebaja­dos o promovidos a puestos más altos, esto es, sólo persiste la función, mientras que el fun­cionario cambia. Esto se explica si tomamos en consideración que gran parte de las divinida­des fueron originalmente hombres deificados. Ello no obstante, se creía que en el cielo exis­tían varias deidades que habitaban los diver­sos estratos celestes. Algunos pensaban que el cielo estaba dividido en nueve niveles, mien­tras que otros afirmaban que eran treinta y tres. El dios que regía desde el nivel superior era el Augusto Personaje o Emperador de Jade (Yu-Ti), segunda persona de una triada integrada por él, el Señor de los Orígenes y el Señor de la Puerta Dorada.
   El emperador terrenal solía efectuar dos so­lemnes sacrificios en honor del Emperador de Jade: uno durante el solsticio de invierno y otro en el de primavera.
   El sol y la luna eran objeto de veneración. Se relacionaba a la segunda con la fertilidad y los ritos femeninos. Se creía que la habitaba una liebre que preparaba el brebaje de la in­mortalidad.
   Había muchas divinidades menores, como los dioses del trueno y del viento, subordinados a los cuatro Reyes Dragones, que dependían di­rectamente del Emperador de Jade. Estos dra­gones son cuatro hermanos que gobiernan los mares y viven en palacios de cristal.
   Hay varias diosas populares, como Chi-ni, hi­ja del Emperador de Jade y diosa de la estre­lla Alfa de la constelación de la Lira.
   Se rinde culto a los Ocho Inmortales, perso­najes que, aunque fueron mortales, se convir­tieron en dioses por seguir las enseñanzas taoístas. Las concepciones relativas al infierno son preponderantemente budistas, pero se cree, además, en la existencia de un paraíso situa­do en las montañas y gobernado por la Reina del Oeste, Wang.

La Mitología egipcia

   Los egipcios difirieron de los mesopotamios en su concepción mitológica, ya que entre los primeros se perseguía, ante todo, una seguri­dad material que estaba muy lejos de la menta­lidad de los segundos.
Adoraron los egipcios a una gran cantidad de dioses, entre los que hubo algunos abstractos y esotéricos y otros populares. Algunos eran cuerpos celestes personificados y otros más eran fuerzas naturales que auspiciaban, por ejemplo, el crecimiento de la vegetación. Los sacerdotes concibieron algunos sistemas cosmo­gónicos cuando surgieron las primeras dinas­tías. Se conocen por lo menos cuatro de ellos, que tuvieron vigor en los centros religiosos de Hermópolis, Heliópolis, Menfis y Busiris. El más famoso es el heliopolitano.
   En cada templo se proclamaba que el dios respectivo era el creador del mundo y de los de­más dioses. Los dioses fundamentales, según la teología heliopolitana, fueron nueve: Nun, el caos acuático original; Atum, el dios creador; Ra, el dios solar por excelencia; Nut, la per­sonificación del cielo; Geb, la de la tierra, y los cuatro hijos de esta pareja, Isis, Osiris, Neftis y Set, quienes, a su vez, formaron dos parejas más. Los dos primeros engendraron a Horus, el dios halcón, mientras que Osiris y Neftis engendraron a Anubis, el dios chacal, patrón de los embalsamadores. Según Plutarco, Osiris y Set se hicieron la guerra y el re­sultado fue la muerte de Osiris que, sin em­bargo, renace cada día (es una personificación del sol) gracias a los trabajos de la amante Isis, que reúne sus restos por la noche. Para algunos estudiosos modernos, Osiris fue un hé­roe cultural que enseñó a los egipcios la agri­cultura y la metalurgia y que, al morir, se con­virtió en dios de los muertos. Aparentemente, este mito refleja la lucha que hubo en tiempos predinásticos entre el Alto y el Bajo Egipto.

La Mitología Nórdica

   Existió gran variedad entre las religiones y mitologías nórdicas, ya que había muchas tri­bus con tradiciones diferentes, pero conoce­mos las básicas debido al celo de los escandi­navos quienes, una vez cristianizados, no qui­sieron olvidar su tesoro literario oral y lo asentaron por escrito. Una de las principales obras que sirve de fuente para el conocimien­to de la mitología nórdica es la Eda en prosa de Snorri Sturluson, autor islandés del siglo XIII. En su libro cuenta que los antiguos escandinavos pensaban que al principio de los tiempos había existido un abismo insondable, del cual surgió Niflheim, lugar brumoso que quedó al norte, mientras que en el sur se for­mó un lugar ígneo llamado Muspelsheim. El cálido viento del sur empezó a derretir los hie­los de Niflheim y del deshielo nació el gigan­te Imir, padre de los hombres. De las aguas del deshielo surgió una vaca que produjo a un ser llamado Buri quien, a su vez, tuvo un hi­jo, Bor, que casó con una hija de Imir y pro­creó con ella a tres dioses: Odín, Vili y Ve. Estos dioses mataron a Imir y de su cuerpo fa­bricaron la tierra, Miagará, en la que habían de vivir los hombres.

Mitologías griega y romana

   Entre las diversas creencias y mitos de los pueblos de la antigüedad la mitología griega es la que se ha estudiado mejor. El panteón heleno quedó establecido desde muy temprano y gran parte de las divini­dades que lo compusieron aparecen ya en la Iliada y la Odisea con todos sus atributos tradi­cionales, aunque Homero casi no se ocupa del origen de las deidades que menciona. Para ello, tenemos que esperar a la aparición de Hesíodo, quien, en la Teogonia, escrita probable­mente en el siglo VIII a. de J. C., intentó por primera vez una clasificación mitológica y es­tudió el origen de los dioses olímpicos, sus pa­rentescos y aventuras principales. Trató de dar, además, una explicación de cómo se formó el universo. La obra de Hesíodo obtuvo reconoci­miento oficial en Grecia hasta que, en el siglo VI, se elaboraron otras teogonias bajo influen­cias órficas y dionisiacas que, sin embargo, jamás fueron populares, debido a su complica­da índole esotérica y porque estaban saturadas de influjos asiáticos.

¿Qué es la mitología?

   La mitología es el conjunto organizado de mitos o narraciones fabulosas que pertenecen a un grupo de personas que tiene una tradición más o menos común. Se llama también mitología a la ciencia que estudia el origen, la historia y la naturaleza de los mitos.

   Originalmente, la palabra mito se aplicó a cualquier historia que se narraba, aunque a me­nudo el mana, o sea la magia de la palabra hablada, se entrelazaba con ciertos actos ri­tuales. De esta forma, los mitos combinaron, y combinan aún hoy, un elemento teórico con otro artístico y creativo que los liga direc­tamente con la capacidad creadora de los vates y los bardos.

   Por lo general, se entiende que la lógica del pensamiento mítico es incompatible con nuestras ideas sobre lo que es ciencia o verdad empírica, pero esta afirmación debe atenuarse, supuesto que el mito no es una mera masa de ideas confusas, sino que depende de un modo definido de percepción y se integró a todas las actividades del hombre antiguo. A veces, los mitos se colorearon con elementos históricos, o sirvieron para que ciertas familias o ciuda­des enteras se adjudicaran títulos de nobleza.

¿Quién fue Tannhäuser?


   Según una vieja leyenda alemana, Tannhäuser era un caballero que después de muchas vicisitudes, llegó a Venusberg (la montaña de Venus) y penetró en el sustuoso palacio subterráneo de Venus y su corte. Encantado por las maravillas que encontró, permaneció en tan deleitoso lugar y se entregó a las fies­tas y placeres. Por fin, poseído de remor­dimiento, hizo una peregrinación a Roma e impetró el perdón del papa Urbano IV, quien tomando una vara en su mano, dijo a Tannháuser que el perdón que alcanza­ría de Dios sería como el verdor que de nuevo produjese la rama. Desesperado el caballero, regresó a Venusberg; pero tres días después, la vara empezó a reverdecer. El papa, inmediatamente, envió mensaje­ros a todos los confines para que Tannhäuser regresara, pero en vano; no se le en­contró. Tal es la historia que cuenta la balada popular que se cantaba en Alema­nia y que Wagner utilizó como argumento de su famosa ópera Tannhäuser, tan co­nocida; la ópera, con letra y música de Richard Wagner, fue estrenada en Dresde en 1845.
   En el siglo XIII vivió en Alemania un caballero llamado Tannhäuser, que era un minnesaenger, es decir, un poeta que vagaba en­tonando cantos de amor, según la costumbre de la época. A causa de su vida de aventuras, fue identi­ficado por el pueblo con el caballero de la leyenda.

Los Titanes de la mitología

   El cielo y la tierra —Urano y Gea— tuvieron hijos, que fueron llamados Zos Uránidas, entre los que se contaban los Titanes y las Titánidas, en número total de doce: Océano, Caos, Crios, Hiperión, Japeto y Cronos; Tía, Rea, Tenis, Mnemosina, Febea y Tetis. También nacieron de esta pareja los Cíclopes: Arges, Brontes y Estéropes, y los Centímanos: Briareo, Cotis y Gíes, mons­truos gigantescos. Urano estaba intranquilo ante la calidad y la actitud levantisca de sus vastagos, y un día, se decidió a encerrar en lo profundo del Tártaro a los Centímanos y a los Cíclopes; Gea, in­dignada por ello, incitó a los Titanes a rebelarse contra su padre.